A medida que el Nuevo Testamento va sacando a la luz el campo sobrenatural maligno, descubrimos que hay diferentes grados de autoridad en el reino de Satanás (Efesios 6:12; Mateo 12:24-45; Marcos 5:2-9).
Además, los demonios, espíritus malos y ángeles caídos parecen pertenecer al menos a cuatro categorías distintas y no a tres como a menudo se afirma. En primer lugar están aquellos que tienen libertad para llevar cabo los propósitos malignos del diablo. Habitan en los lugares celestiales (Efesios 3:10; 6:12) pero también pueden actuar en la tierra. Estos espíritus demoníacos afligen a la gente e incluso pueden morar en sus cuerpos (Mateo 2:43-45). En segundo lugar están los ángeles rebeldes que ahora parece que se encuentran atados en el abismo. Es obvio que serán sueltos en algún momento futuro y causarán estragos en la tierra (Apocalipsis 9:2-12). Satanás y todos los demonios libres se atarán en ese mismo abismo durante el reinado milenial de Cristo en el mundo (Apocalipsis 20:1). En tercer lugar parece haber otro grupo de ángeles caídos que llegaron a ser tan malvados o fueron culpables de un crimen tan horrendo que no se les permitió estar ni en los lugares celestiales ni sobre la tierra. Están atados para siempre, no en el abismo, sino en el Tártaros (2 Pedro 2:4), lugar donde aquellos ángeles de cuyo especial pecado se habla, están confinados "para ser reservados al juicio". Esa región se describe como abismo de oscuridad. En realidad, esos espíritus jamás serán liberados. Parecen estar retenidos en la oscuridad hasta el día de su juicio (2 Pedro 2:4; Judas 6). Finalmente, hay un cuarto grupo de ángeles malos que parece que de algún modo están atados en el interior de la tierra, si hemos de tomar las palabras de la Escritura de manera literal. Cuatro de ellos se mencionan como que se encuentran "atados junto al gran río Éufrates". Cuando estén sueltos dirigirán a un ejército demoníaco de destrucción contra la humanidad (Apocalipsis 9:13-21).
Además, los demonios, espíritus malos y ángeles caídos parecen pertenecer al menos a cuatro categorías distintas y no a tres como a menudo se afirma. En primer lugar están aquellos que tienen libertad para llevar cabo los propósitos malignos del diablo. Habitan en los lugares celestiales (Efesios 3:10; 6:12) pero también pueden actuar en la tierra. Estos espíritus demoníacos afligen a la gente e incluso pueden morar en sus cuerpos (Mateo 2:43-45). En segundo lugar están los ángeles rebeldes que ahora parece que se encuentran atados en el abismo. Es obvio que serán sueltos en algún momento futuro y causarán estragos en la tierra (Apocalipsis 9:2-12). Satanás y todos los demonios libres se atarán en ese mismo abismo durante el reinado milenial de Cristo en el mundo (Apocalipsis 20:1). En tercer lugar parece haber otro grupo de ángeles caídos que llegaron a ser tan malvados o fueron culpables de un crimen tan horrendo que no se les permitió estar ni en los lugares celestiales ni sobre la tierra. Están atados para siempre, no en el abismo, sino en el Tártaros (2 Pedro 2:4), lugar donde aquellos ángeles de cuyo especial pecado se habla, están confinados "para ser reservados al juicio". Esa región se describe como abismo de oscuridad. En realidad, esos espíritus jamás serán liberados. Parecen estar retenidos en la oscuridad hasta el día de su juicio (2 Pedro 2:4; Judas 6). Finalmente, hay un cuarto grupo de ángeles malos que parece que de algún modo están atados en el interior de la tierra, si hemos de tomar las palabras de la Escritura de manera literal. Cuatro de ellos se mencionan como que se encuentran "atados junto al gran río Éufrates". Cuando estén sueltos dirigirán a un ejército demoníaco de destrucción contra la humanidad (Apocalipsis 9:13-21).